Los diseños de Burle Marx se encuentran unidos a las realizaciones del Movimiento Moderno a través de su participación en proyectos de arquitectos como Lúcio Costa, Oscar Niemeyer, Affonso Eduardo Reidy, con los que colaboró en muchas de sus mejores obras, y asimilando las enseñanzas de artistas como Jean Arp y Paul Klee, Kandinsky y Joan Miró, pero, sobre todo, sabiendo entender el genius loci de cada sitio y conociendo, como muy pocos botánicos, la rica y extensa flora de su país natal, que incorporó a la paleta jardinera, contraviniendo todas las reglas academicistas.
Por otra parte, la obra de Burle Marx demuestra un fuerte compromiso social y pedagógico (capacidad que puede tener la obra para despertar la sensibilidad artística) que convierte a sus jardines urbanos en obras de “arte público”.
El programa contenía, además de los viales de circulación, una serie de servicios, como espacios deportivos, restaurantes, áreas de merienda, zonas de reposo, un kiosco de música, un teatro y un acuario. Todas estas instalaciones se ubican en un territorio artificial que fue modelado de manera que permitiera un cierto aislamiento del tráfico rodado y la creación de espacios muy diferentes.
Todo el conjunto fue trabado por las plantas convirtiéndolo en un inmenso jardín que acoge los fines de semana a más ciento cincuenta mil personas. Por encima de todo este conjunto de construcciones e infraestructuras dominan las palmeras colocadas en filas y grupos de árboles que florecen en distintas épocas del año, juegos de enlosados y adoquinados, praderas y parterres con plantas tapizantes que confieren al plano del suelo diferentes texturas y colores, jugando con formas y materiales muy diversos.
Tal vez, su trabajo más conocido, sea el Paseo de Copacabana. Frente a la célebre playa carioca ha ido surgiendo una muralla de anodinos edificios en altura cuyos bajos están ocupados por comercios, bares y terrazas. Ante ellos se ha construido un amplio paseo de cuatro kilómetros de longitud que tiene que soportar infinidad de servidumbres de paso a garajes e instalaciones, así como concesiones de espacio para ser ocupados por bares y comercios.
Las servidumbres preexistentes, antes de ser un inconveniente, se convirtieron en pautas de ocupación del suelo, de tal manera que en los espacios que quedaban libres Burle Marx colocó grupos de árboles de muy variadas especies que generan zonas de sombra y jalonan el enorme recorrido.
La Plaza de Salgado Filho , diseñada en 1938, el Parque do Flamenco y el Paseo de Copacabana son tres obras de Burle Marx que se suceden en el espacio confiriendo a la ciudad de Río de Janeiro, por sí solas, una imagen y un carácter propio e inconfundible, sólo por esa capacidad de dotar de identidad y dignidad al lugar se pueden considerar entre las mejores obras de “arte público”.
1. Roberto Burle Marx, Plaza Senador Salgado Filho. Aeropuerto Santos Dumont, Río de Janeiro,1938.
2. Roberto Burle Marx, Plaza Cuatemoc, Botafogo, zona del Parque do Flamengo, Río de Janeiro,1961.
3. Roberto Burle Marx, Paseo de Copacabana, Río de Janeiro.
Mural para el SESI/CIESP, 1972.
Parque Ibirapuera (perspectiva parcial), São Paulo, Brasil, 1953. Duratex, 122 x 151,2 cm
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