Los cráteres de la artillería como
señales de que todo lo leído y escuchado, o sea vivido, era cierto. Cavados por
topos de hierro, cada uno encerrando su secreto de muerte y salvación,
intactos, fundidos ya en un paisaje del que sólo son un instante, tan efímero
como eterno en las memorias de los que esquivaron las explosiones. Esa tarde la
luz jugó con ellos.
El paisaje esta marcado,
esa es su escencia. Ya no es virgen, esa condición le fue arrebatada. Las
marcas se extienden por doquier y todo cobra otro significado. La guerra dejó
su huella para siempre, nada podrá cambiar eso. El viento trae con sigo ruidos
de explosiones, el olor a la pólvora se mezcla con las nubes de tierra, esas
que salen desde el suelo y van hacia el infinito, llevándose todo a su paso.
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