Monday, January 16, 2012

“FORMACION UNIVERSITARIA DEL ARQUITECTO “ (parte 1)


Compartimos algunas reflexiones del maestro venezolano Carlos Villanueva extraídas del artículo del título de la bajada, respecto del rol de la universidad como formadora de pensamiento, caracterizando su posición ética y política sobre la profesión y la educación superior hacia 1969, de las cuales sorprenden en algunos casos su vigencia y profundidad.

Es destacable –entre otros puntos- el contexto en el cual presenta la relevancia principal de la visión del arquitecto como intelectual (implícitamente subjetiva y humanista).

Un entendimiento del alumno que desde esa subjetividad aprende a fundir capacidades técnicas con artísticas desde el descubrimiento de una voluntad crítica propia; voluntad que tamiza y ordena (historia, estética, política, etc), separándose de una arquitectura tecnificista sin arte tanto como de una artificidad esteticista huérfana aquellos contenidos arquitectónicos fundantes.


“Cualquier estudio de la Formación Universitaria del Arquitecto debe comenzar con definir el significado, la extensión y el valor de la profesión de arquitecto, pues el propósito manifiesto de todo el proceso de formación que se realiza en la Universidad es precisamente la capacitación para esta profesión. Expuestos a la nociva tentación de proponer definiciones abstractas y definitivas, y confundidos, al mismo tiempo, por la presencia de innumerables y contradictorias tendencias teóricas, necesitamos disponer de una firme base conceptual de donde partir para la búsqueda de la respuesta correcta. Ahora bien, el problema de definir lo que es y lo que debe ser el arquitecto se aclara notablemente, en nuestra opinión, si se plantea como sigue:


La profesión de arquitecto cobra vida y efectividad en la medida en que se ajusta a la realidad histórica concreta y determinada. Sin embargo, también es cierto que debe responder a tres grandes postulados universales:


Antes que nada el arquitecto es un intelectual, luego debe ser un técnico y, finalmente, puede ser un artista.


El arquitecto es un intelectual por el trabajo intelectual que realiza y porque pertenece, por su formación, a una capa funcional de la sociedad donde hay necesidad de amplitud de visión, de fuerza creadora, de fervor crítico y experimental, cualidades estas que del intelectual son particularidades constantes.


El arquitecto debe ser un técnico porque su trabajo exige e implica una serie de normas y conocimientos que no pertenecen a la ciencia pura, sino al ajuste, a la ordenación material de ciertos específicos ciclos constructivos definidos como "técnicas".


El arquitecto, finalmente, puede ser un artista porque su trabajo se manifiesta con la elaboración de ciertas relaciones formales, mediante mecanismos creadores que la enseñanza desarrolla y encauza a partir, es obvio, de la presencia en el estudiante de una capacidad mínima que llamaremos "orgánica". (…)


Así pues, carece de sentido preguntarse: ¿Que es el arquitecto? La verdadera pregunta que debemos formularnos es, en cambio, la siguiente:
En este país, en las presentes circunstancias históricas, con estas determinadas perspectivas de desarrollo, ¿qué tipo de arquitecto necesitamos?. (…)


Debemos tener conciencia de que las obras arquitectónicas de verdadero valor son la evidencia formal de una concepción de la vida tan real, tan viva y tan verdadera que actúa sobre las relaciones existentes y termina por transformarlas, dándoles otro significado y otra medida humana. El resultado estético es importante. Pero está irremediablemente condicionado por los valores de contenido que aporta el arquitecto. Si esto es cierto, si es cierto que los componentes humanos concretos son tejido y linfa de la arquitectura y si también es cierto que ésta culmina en las grandes cimas del arte, nutriéndose de la realidad humana, la formación del arquitecto, como realidad esencialmente humanística, es entonces tarea universitaria primordial e imprescindible. Fin permanente de la arquitectura en nuestro siglo es la vida y no simplemente la estética. Así sea muy grande la belleza formal de una arquitectura, jamás podrá ser verdaderamente viva si no se afianza sobre un criterio de los problemas de la vida y si no contempla soluciones para ellos. Así pues, desde el comienzo, la Universidad debe proporcionar al estudiante el sentido vivo y responsable de las relaciones entre las partes. La capacitación analítica en ningún momento debe hacer olvidar las relaciones que el fenómeno en estudio tiene con el mundo circundante. (…)”



Cabe recordar la afinidad artística de Villanueva, fundiendo en sus propias obras trabajos del escultor Alexander Calder por ejemplo, para hecer más enfático aun su pensamiento respecto de una vocación arquitectónica tamizada por la vivencia humanista del pensamiento subjetivo y no SOLAMENTE resultado de valores estéticos sin más.

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