A continuación, presentamos los primeros de una serie de textos, de temas diversos, pensados para leer, reflexionar, pensar, debatir, pero fundamentalmente tratando de crear en uds. una posición critica y una posible construcción de la mirada propia. Espero lo disfruten.
Jorge
CLEMÉNT
Gilles“el Jardín Planetario"
“Jardín Planetario” es una metáfora de Clement
para referirse al planeta como un gran espacio donde el hombre debe asumir su
papel de “Jardinero”, para cuidarlo y administrarlo de la mejor manera, consciente
desde el ámbito político, económico y social y su universalidad. Relacionada a
esta metáfora también esta la idea de “Jardín en Movimiento”, como la
caracterización fenomenológica de un espacio de mucha actividad y sinergia
tanto en su generación como en su propio mantenimiento, con espacios
interconectados, con intercambios de materia y energía entre sus partes,
con relaciones en evolución permanente,
etc. que posibilitan la finalidad última, la diversidad.
El
encuentro con un sitio desconocido añade una imagen a la colección de paisajes
presentes en la memoria. Sensible al contexto. Interpretación libre. Esta fase corresponde
a la emoción sin la cual sería inútil esperar de tener una idea para concebir
cualquier proyecto. No se puede hablar propiamente de un sitio sin haber estado
allí. Los documentos, la iconografía, fotografías, dibujos, mapas, las películas, los reportajes no sustituyen la
inmersión directa de la que surge la primera impresión. No hay que subestimar
este momento porque esto contiene las semillas del proyecto. Sellado,
sedimentado en el aire y, por el momento, inaprensible aunque presente. El
proyecto resulta de la comparación entre el medio ambiente, emisor complejo, y
el hombre, receptor complejo. ¿Al llegar a un lugar desconocido, el paisajista
responderá a su función suprema es decir crear un concepto? Tendrá una
indiferencia suficiente para liberarse de los sentimientos que le unen al
lugar? Para cumplir una reflexión? Establecer una teoría, definir un
vocabulario, pasar sus conclusiones a la verdad? El diseñador está al
proyectista, como el jardinero está al paisajista.
La condición del jardinero
tiene poco que ver con la concepción. O eso dicen. El jardinero hace jardinería.
El jardinero no llena hojas. O muy pocos. El jardinero tiene las manos ocupadas
y el espíritu libre. Consciente del comportamiento de la especie, ví la discrepancia
enorme entre la actitud natural del desarrollo, de la reproducción, de la
pausa, y nuestro deseo de embellecer. Imposible conciliar las dos posiciones,
hasta que estamos ligados a la estética del “arte del jardín". ¿Cómo encontrar
una solución para hacer compatible la biología y la escenografía? Si suponemos
que la biología dirija la jardinería, sólo queda una manera de actuar:
someter a la jardinería una escenografía y declararla válida porque correcta.
Es posible aceptar la aparición y la desaparición de especies cuando uno podría
esperar la inmutabilidad de la forma?. Haciendo
esta reflexión, tuve que admitir que el movimiento y sólo el movimiento adquirido en su significado físico y
biológico, permite resolver un problema
difícil: lo de aceptar el mundo que vive sin que las formas mutables dejen al
jardinero en el desconsuelo. Y (esta flexibilidad) permite disfrutar de un
momento muy prolífico de la naturaleza, sea cual sea su legibilidad formal estando complacido por el espectáculo, no
porque es hermoso, sino porque se entiende. Disfrutar de la diversidad sino
destruirla, implica la obra del mundo viviente y la presencia del jardinero (el
director de las obras) para ver, modificar o contrarrestar las eventuales
capacidades del movimiento. Preservar las diversidades en su lugar,
incrementar y emplear el uso de la energía que pertenece a cada especie, no
disipar las energías contrarias y al final comprobar lo que repito cada vez que
ocurre: hacer todo lo posible “por” y lo menos posible “en contra”.
CALVINO
Italo“Le città invisibili”
Este libro fue escrito por Italo Calvino en mil novecientos setenta y dos. Es una serie de cuentos de viajes que Marco Polo hace
al imperator Kublai Kan descendiente de Gengis Khan. Los viajes hablan de ciudades,
que se llaman con nombres de mujeres, imposibles, de ciudades constituidas de
varias cosas: de memoria, de deseos, de rastros del lenguaje.
LAS
CIUDADES Y LOS RASTROS
Finalmente el viaje conduce a la ciudad de Tamara. Uno se adentra en ella por calles llenas de enseñas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista. Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo —quién sabe qué— tiene por signo un león o delfín o torre o estrella. Otras señales advierten sobre aquello que en un lugar está prohibido: entrar en el callejón con las carretillas, orinar detrás del quiosco, pescar con caña desde el puente, y lo que es lícito: dar de beber a las cebras, jugar a las bochas, quemar los cadáveres de los parientes. Desde la puerta de los templos se ven las estatuas de los dioses, representados cada uno con sus atributos: la cornucopia, la clepsidra, la medusa, por los cuales el fiel puede reconocerlos y dirigirles las plegarias justas. Si un edificio no tiene ninguna enseña o figura, su forma misma y el lugar que ocupa en el orden de la ciudad basta para indicar su función: el palacio real, la prisión, la casa de moneda, la escuela pitagórica, el burdel. Hasta las mercancías que los comerciantes exhiben en los mostradores valen no por sí mismas sino como signo de otras cosas: la banda bordada para la frente quiere decir elegancia, el palanquín dorado poder, los volúmenes de Averroes sapiencia, la ajorca para el tobillo voluptuosidad. La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes.
Cómo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos, qué contiene o esconde, el hombre sale de Tamara sin haberlo sabido. Afuera se extiende la tierra vacía hasta el horizonte, se abre el cielo donde corren las nubes. En la forma que el azar y el viento dan a las nubes el hombre ya esta entregado a reconocer figuras: un velero, una mano, un elefante...
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