DEL TEXTO: TERRITORIO, TURISMO Y DESARROLLO
SUSTENTABLE EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA
Paisaje y naturaleza
al servicio de la práctica turísticaLucila Salleras*
Universidad de
Buenos Aires – Argentina
Es preciso tener en cuenta que tanto
naturaleza como paisaje son conceptos polisémicos que con el correr del tiempo han migrado de
una disciplina a otra adoptando diversos significados (Reboratti,2000). De
acuerdo con Aliata & Silvestri (1994), el paisaje debe ser entendido en
perspectiva histórica teniendo en cuenta la intercambiabilidad de términos que
ha generado su desdibujamiento desde la segunda mitad del siglo XIX hasta su
consecuente devaluación. Estos autores señalan que la historia del paisaje es una
historia de miradas que aparece como paradigma de ciertas formas de lectura de la realidad, que se van perdiendo o
cambiando con el tiempo y de una aspiración –nunca alcanzada de una armonía mítica entre el hombre y
la naturaleza que se habría perdido con la modernidad.
La idea de paisaje supone un escenario
y un espectador. El espectador deposita una serie de valores en el escenario y una serie de
técnicas desarrolladas para representarlo o construirlo según su propia mirada. Por lo tanto, la
construcción estética del paisaje resulta de la separación del sujeto con respecto al objeto y la
construcción de este de acuerdo a los valores impuestos por el sujeto (Aliata & Silvestri, 1994).
¿Cualquier espacio puede ser
considerado un paisaje? Según estos autores se trata siempre de un espacio exterior que se construye a
partir de una relación entre el interior humano (material y simbólico) y un exterior que
originalmente fue, o pretendió ser, la naturaleza entendida como la calidad y carácter esenciales de algo.
Sin embargo, “la naturaleza” no puede ser considerada sólo “como algo que existe “ahí afuera” –
en la vida de las plantas, el comportamiento de los animales o la pauta de los vientos y las corrientes
oceánicas- sino también dentro de nuestros mundos mentales y nuestro conocimiento histórico”
(Arnold, 2001: 16). La “naturaleza” es lo que la cultura designa como tal (Corboz, 2001).
De acuerdo con Simmel (1986: s/d) la
naturaleza es la unidad de un todo, “Si designamos algo real como naturaleza entonces
mentamos, o bien una cualidad interna, su diferencia frente al arte y lo artificial, frente a lo ideal y lo
histórico o bien el hecho de que debe valer como representante y símbolo de aquel ser-global”. Por lo
tanto, para este autor la naturaleza no puede pensarse en “trozos” por que es la unidad de un
todo. No así el paisaje el cual supone un recorte, la selección de una parte de esa naturaleza por el
hombre. Esa selección de la naturaleza esta atravesada por un determinado punto de vista por lo cual
habrá múltiples formas de representar un paisaje.
En consonancia con lo planteado por
Simmel respecto a la noción de paisaje, para Nogué (2007:378) éste “es a la vez una
realidad física y la representación que nos hacemos de ella; la fisonomía externa y visible de una
determinada porción de la superficie terrestre y la percepción individual y social que genera; un
tangible geográfico y su representación intangible. Es, a la vez, el significante y significado, el
continente y el contenido, la realidad y la ficción”.
Dicho esto, cabe señalar que la noción
de paisaje surge en la modernidad a partir de una determinada idea de naturaleza que
comienza a prescindir de Dios para encontrar sentidos internos a ella. Aliata & Silvestri (1994:15)
siguiendo a Simmel, señalan que la percepción de valores en la naturaleza sólo fue posible a partir
de que el hombre comenzó a dominarla y fue en ese proceso de creación de una segunda naturaleza que
éste se volvió nostálgico hacia la idea de naturaleza original.
En esta noción de paisaje como
construcción y creación del hombre (lo que se podría llamar una segunda naturaleza) la arquitectura
jugó un rol primordial desarrollando la idea del diseño y construcción de jardines en diferente
escala, lo cual supone una acción concreta para inventarlo (Reboratti, 2000). Tal es así que la
construcción del paisaje moderno surge desde la ciudad (así como también las nociones de territorio,
medio, naturaleza) y aparece estrechamente relacionada con el dominio material de ésta sobre el
campo y con el deseo de un retorno a la naturaleza.
No obstante, más allá de este anhelo
de un retorno a la naturaleza y su lugar predominante en la construcción y representación de los
paisajes, ya a principios del siglo XX se hablaba de paisaje industrial y urbano. Además, hace unos
años ha empezado a acuñarse con más fuerza la noción de paisaje cultural intentando dar cuenta
de la relación histórica y cambiante entre el hombre y su ambiente natural.
Ahora bien, en 1992 la UNESCO
incorporó la categoría de paisaje cultural en la guía operativa para la implementación de la
Convención de Patrimonio Mundial. De esta manera, la Convención se transformó en el primer instrumento
jurídico internacional para identificar, proteger, conservar y legar a las generaciones futuras los paisajes
culturales de valor excepcional (Rössler, 1998). Una vez instalada en la agenda internacional
la importancia de preservar el paisaje como un componente fundamental del patrimonio natural y
cultural de los pueblos, en el año 2000, los estados miembros del consejo de Europa hicieron lo suyo
y crearon el Convenio Europeo del Paisaje. El convenio hace hincapié en que “el paisaje desempeña
un papel importante de interés general en los campos cultural, ecológico, medioambiental y social, y
que constituye un recurso favorable para la actividad económica y que su protección, gestión y
ordenación pueden contribuir a la creación del empleo” (Convenio Europeo del Paisaje, 2000: 1)
Zusman (2009: 213-214), basándose en
Santos (1996), señala que “el criterio de patrimonialización de la UNESCO se
torna en una norma que acaba dando a ciertos sitios la forma de paisajes culturales. Esta norma, a
través de la forma que genera, permite dirimir ciertos conflictos por el uso del espacio al promover la inversión turística en estos ámbitos. La UNESCO, se ocupó de dejar en claro este vínculo entre norma
(criterio de patrimonialización), forma (paisaje cultural) y capital (turístico)”. De esta manera, el
paisaje cultural entra al mercado a través de la práctica turística y paralelamente dicha práctica lo
convierte en mercancía (Zusman, 2009).
El primer sitio declarado Paisaje
Cultural por la UNESCO en la Sudamérica Continental fue la Quebrada de Humahuaca. Los integrantes
del Comité de Patrimonio Mundial calificaron al paisaje como un “sistema patrimonial de
características excepcionales”, itinerario cultural de 10.000 años del llamado Camino del Inca (Dictamen
ICOMOS, 2003). Según la UNESCO hay tres categorías para la definición de paisajes culturales: 1)
paisajes claramente definidos, diseñados y creados intencionalmente por el hombre
(jardines y parques); 2) paisajes evolutivos (u orgánicamente desarrollados) resultantes de
condicionantes sociales, económicas, administrativas, y /o religiosas, que se han desarrollado conjuntamente
y en respuesta a su medio ambiente natural (éstos se dividen en dos subcategorías: paisaje fósil /
relicto y paisaje continuo en el tiempo); 3) paisaje cultural asociativo de los aspectos religiosos,
artísticos o culturales relacionados con los elementos del medio ambiente (Guía Operativa para la
Implementación de la Convención del Patrimonio Mundial de la UNESCO). Dentro de la clasificación
señalada, la Quebrada es considerada como paisaje evolutivo (u orgánicamente desarrollado) resultante
de condicionantes sociales, económicas, administrativas y/o religiosas, que se
han desarrollado conjuntamente y en respuesta a su medio ambiente natural.
En la postulación de la Quebrada de
Humahuaca como Patrimonio de la Humanidad (2002), el paisaje natural y cultural es
presentado como uno de los recursos primordiales del sitio, como un elemento de contemplación y admiración
visual de la forma territorio. Éste es a la vez promocionado por agencias de turismo y por el
propio gobierno provincial como atractivo turístico. Por lo tanto, muchos de los discursos que se
construyen en torno al mismo están atravesados por una visión mercantilista. La naturaleza es
representada como elemento mítico y los hombres que allí habitan forman parte de esa naturaleza.
Como señala Troncoso (2009b), la
caracterización de la cultura andina de la Quebrada se realiza muchas veces en contraste con la
sociedad occidental y con el presente. En esas formas de caracterizar y promocionar a la
Quebrada como lugar turístico - que puede verse en videos de promoción turística, folletos y
publicidades- muchas veces se termina trasmitiendo una imagen atemporal y arquetípica del territorio
y donde ese paisaje cultural que se supone en constante construcción se petrifica en una imagen estereotipada de
la Quebrada y sus pobladores.
Por consiguiente, frente a esas
caracterizaciones que trasmiten una visión romántica y estática de la cultura y paisaje quebradeño, en el
Plan de Gestión de la Quebrada Humahuaca (2009) se menciona que a fin de “…evitar
acciones que tiendan a momificar el estado original del sitio. La dinámica evolutiva planteada debe
continuar de manera que el hombre de la Quebrada pueda convivir con los cambios de vida
actual, siempre que se preserven y conserven los rasgos identitarios y los valores por los cuales la
Quebrada de Humahuaca fue reconocida como Patrimonio Mundial” (Secretaría de Turismo y Cultura de Jujuy, 2009:116).
En la Propuesta de Inscripción de la
Quebrada como Patrimonio Mundial se describe el paisaje haciendo referencia a un medio natural
y cultural ordenado y armónico: “En la conformación de los poblados, de los entornos y del
paisaje en general, se conjugan la geografía, las etnias que la habitan y las corrientes culturales que las
animan” Arquitectura y urbanismo, paisaje y medio, se articulan formando un paisaje excepcional
(Propuesta para la Inscripción a la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, Quebrada de Humahuaca. Un
itinerario de 10.000 años, Jujuy, 2003). Troncoso (2009b) señala que suele revalorizarse la
relación armónica que el mundo andino tiene con su medio ambiente en oposición a como esta relación se da en
ámbitos urbanos.
Como señala Lopo (2007: 24) “El
progresivo exilio de sentidos, la simplificación de las pluralidades y la mercantilización de
los paisajes, los construye como espacios descargados de su vitalidad y destruye -muchas veces-
aquello que pretende distinguir y revalorizar”. Frente a esta preponderancia del valor de exhibición
de los bienes culturales por sobre su valor cultural, representantes de pueblos indígenas
señalan que se esta dando una “desculturalización” del patrimonio y una “banalización de su
historia” a costa de su explotación turística. Reclaman que no quieren verse ilustrados como hace
quinientos años, en una historia monolítica, simplificada y estereotipada, dado que tanto ellos
como sus tradiciones han cambiado.
En la denominación de la Quebrada de
Humahuaca como paisaje cultural hay una recuperación de la dimensión cultural e histórica
del paisaje a partir de la cual se destaca el vínculo entre el hombre y la naturaleza. Sin embargo, su
mercantilización produce muchas veces un relato místico de la naturaleza y la cultura, silenciando
los procesos históricos de lucha y conflictos por el patrimonio y territorio quebradeño.
En función de lo señalado hasta aquí,
cabe reflexionar acerca de la necesidad de pensar el desarrollo sustentable teniendo en
cuenta todas sus aristas. Es decir, en el que además de garantizarse la sustentabilidad
ambiental, económica y social se trabaje también en el respeto de los aspectos simbólicos – culturales que
constituyen a un territorio, sin caer en una folklorización del mismo.
recomendamos leer la totalidad del articulo en http://www.scielo.org.ar/pdf/eypt/v20n5/v20n5a09.pdf
No comments:
Post a Comment