El agua, materia prima sin la cual no existiría nuestra selva. Presente en la lluvias, en los ríos, en la humedad, que absorbe la tierra cargándola de nutrientes que dan vida a los árboles. El agua se transforma en savia, sangre roja debida a la tierra, que recorre las diferentes arterias.Las raíces explotan desde el corazón del árbol, en forma de ramificaciones, tratando de abarcar su máxima extensión, de la misma manera en que las ramas y sus hojas buscan la luz.
El estallido se produce en cada árbol, en cada cascada o salto. La energía se expande en todas direcciones y sentidos, comunicándose y fundiéndose con sus respectivos vecinos, hasta lograr la unidad, la selva. El hombre percibe la maraña hacia cualquier dirección que apunte su mirada.La selva nos devela un gran dinamismo, y el hombre dentro de ella se muestra siempre activo, en reiterada búsqueda.
El movimiento es permanente y nos confirma que la selva esta viva.Al hombre no le gusta convivir con un organismo tan semejante, en lucha constante por subsistir, en permanente caos. Por eso trata de no relacionarse tanto, colonizando su propio espacio dentro de la selva, comunicándose solo por la arterias de su andar. Y la selva, por medios de sus arterias quiere recuperar lo que es suyo.
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