En esta etapa de aproximación y de relevamiento o ”revelamiento sensible” y subjetivo del lugar, les acerco este texto, que aborda el tema de la fotografía como instrumento develador y subjetivo, como una herramienta de indagación y de construcción de la realidad misma. Y trata de esclarecer, como los medios, la técnica de indagación caracterizan de algún modo los resultados obtenidos, y permiten asimismo la exploración de realidades subyacentes, ocultas, no aparentes.
La visión moderna se caracteriza por ser una construcción exterior e indirecta, mediatizada.
Por lo menos desde el siglo XVIII, la cultura visual construye los dispositivos con los que organizar la mirada y con los cuales mediar, hacer posible, de una determinada manera, la mirada organizada a través de un aparato.
La visión es algo externo, separado, cuya capacidad de aprehensión de la realidad depende ineludiblemente del medio que la organizará.
Por supuesto la visión fotográfica es una visión condicionada por un dispositivo técnico que se interpone entre el ojo y una realidad de algún modo inaccesible directamente, ingenuamente. La tecnificación de la mirada y su mediación no representa una pérdida de realidad, autenticidad o viveza. Por el contrario, representa la concreción de nuestro campo visual, la multiplicación de sus posibilidades.
Esta tecnología y acceso visual se encuentran en permanente proceso de diversificación y expansión. Acumulamos, reducimos, ampliamos y modificamos con técnicas que son por completo ajenas al proceso natural del ojo y que, sin embargo, nos proporcionan acceso a mundos visuales que forman parte de la realidad y sobre los que operamos permanentemente.
En el océano de las percepciones y de las informaciones, toda operación constructiva consiste en la producción de paisajes y de arquitecturas.
En el principio está el desorden lo informal. La construcción mediatizada de miradas y percepciones, es la que produce el traspaso de la pura navegación a la definición de mallas, relaciones, estables o lábiles, a través de las cuales la realidad tiene nuevos envoltorios, trazos.
Gilles Deleuze decía que no le interesaban los autorretratos, pretensión imposible la de establecer los rasgos definitorios de un sujeto, de un en-si-mismo, sino sólo los trazos, las huellas, las imágenes a través de las cuales recibimos oleadas sucesivas de información estructurada relativa a un determinado asunto.
Los medios, múltiples, interpuestos, técnicos, son el procedimiento de acceso, parcial, provisional, condicionado, a estos mundos externos a los que no accederíamos de ningún otro modo.
Una teoría del paisaje urbano debe ser hoy una teoría de los medios sin el temor ni la angustia de que estemos propagando procedimientos múltiples carentes de rigor y permanencia.
foto natalia dell orefice
Introducir la contingencia y la operatividad permanentemente sobre lo informe aproxima nuestros métodos de definición de la forma urbana y arquitectónica. Pensar los paisajes y las arquitecturas como envoltorios provisionales no significa renunciar a la tensión, la energía y la invención, sino sólo orientar los esfuerzos en esta dirección: la de la mediatizada producción de formas, imágenes, simulacros como parte de un contingente donde la distinción entre real y virtual se convierte en un permanente desafío a la imaginación productiva.
“Fotografiar no es tomar el mundo como objeto sino construirlo...”, escribía Baudrillar
La fotografía, es una construcción parcial, elaborada y técnica, capaz de proporcionarnos acceso a estratos de la realidad, a capas distintas donde ninguna de ellas podrá atribuirse la captación de la totalidad o de lo esencial. La misma condición expansiva, multiplicada, de las imágenes fotográficas abona la idea de que no existe una imagen única, sino aproximaciones, segmentos de una apropiación discontinua.
Cada imagen fotográfica es un relato a la vez insuficiente pero real, una toma una descarga sobre algo que no se deja agotar de una vez por todas porque mantendrá siempre su condición huidiza, inatrapable.
“...Pero esta construcción.. esta ilusión, ni se contrapone a la realidad ni la agota; se trata de otra realidad más sutil que envuelve a la primera”.... Baudrillar reivindica la ficción del mundo de las imágenes tecnológicas frente a una anterior visión, en la que la relación entre la imagen y el objeto constituiría un reflejo permanente. La redención del mundo de la imagen fotográfica, de su soledad y de su silencio se nos mostraría como la tecnología de la visión capaz de recoger este.
otro aspecto de la realidad, su cara oculta, su presencia ausente.
De la misma manera que Siegfried Kracauer había señalado en los años treinta la capacidad de la fotografía de congelar el mundo, de mostrarlo fragmentado y portador de otro tiempo histórico distinto del tiempo de la experiencia, Baudrillar señala la capacidad de la fotografía de construir registros de lo des-aparecido, de las huellas de los objetos que nos son inaccesibles o que solo podemos recobrar por la aparición de las imágenes.
Pero la fotografía es también un modo de operar sobre la realidad, fundamentalmente exorcizándola.
En la sociedad posindustrial el conjuro, la memoria y el exorcismo se producen a través de las imágenes. Un universo ilimitado, expansivo, constantemente reformulable.
Nuestro universo es iconodependiente hasta tal punto que no son pensables nuestros sistemas de comunicación sin la inagotable iconología de la que constantemente estamos haciendo uso y en cuyo interior nos movemos.
Como expresa Solá–Morales, el mundo que narramos con las imágenes del paisaje y de la arquitectura, pero también la arquitectura y el paisaje mediatizados por sus imágenes, son, hoy por hoy, el envoltorio posible de nuestra aglomerada sociedad.
Karina
Basado en texto Mediaciones, de Ignasi de Solá-Morales (Barcelona, 1942/Ámsterdam, 2001).
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