Entendemos a la Casa de las Provincias como una extensión de “la calle” en la cual el
espacio público se sorprenda contenido entre espacios de arquitectura pensados
para el hombre. Un espacio libre, un respiro para la masa de la ciudad, como
campo de articulación de intereses diferenciados y de convalidación colectiva,
mediaciones entre arquitectura y ciudad.
Se puede demarcar, a grandes
rasgos una cultura urbana compartida por la mayoría de la población, en el que
el espacio público se identifica
como hábitat.
Las calles más que un espacio de
circulación o un canal de flujos, son un vacío determinado por sus límites
virtuales y reales, sujeto a trasformaciones constantes. La arquitectura ha
tenido siempre una especie de horror vacui, una incapacidad de pensar, modelar o proyectar el vacío, salvo como aquello
definido como una piel o envolvente.
En el edificio se busca hacer la calle comenzando desde una planta baja abierta a la
ciudad, con exposiciones al aire libre, intencionando un pasaje urbano que una a la ciudad transversalmente, fusionando el viejo borde histórico con el nuevo borde de la ciudad, luego de los
rellenos hacia el rio, la creación del Puerto Madero y la Reserva Ecológica.
Esta idea se extiende hacia todo el edificio, que fue pensado para recorrerlo
con suma fluidez con la máxima interacción de los sectores; creado
para invitar al movimiento de los que lleguen a descubrir los espacios de la
Argentina, conectando las distintas culturas que existen en nuestro país, dando
a conocer sus costumbres, colores, comidas, arte, bailes; en fin transmitiendo
el folcklore argentino a través de eventos culturales en espacios que fomentan
el intercambio no solo a nivel nacional sino abriendo nuestra identidad nacional a los extranjeros
que nos visiten.
Creamos una arquitectura que articula los usos del edificio
materializada en el vacío, para ello analizamos la relación de llenos-vacíos en el borde de la ciudad,
y el juego que efectúan las relaciones de proporción y distancia entre estas
condiciones opuestas de aire y masa (en plantas, alturas y espacialidades). En la Buenos Aires
histórica la arquitectura pisa con su masa ocupando todo terreno liberado; en
la Buenos Aires del nuevo siglo las grandes torres liberan el espacio del cero
para crecer en grandes alturas.
Entendiendo el
comportamiento de la ciudad y sus movimientos proponemos un proyecto que
conviva con los mismos, que se genere a partir de ellos, y que se afecte por su
contexto inmediato, respetando medidas, alturas y proporciones; acoplando el
nuevo espacio arquitectónico al edificio Alas y Microsoft que componen la
manzana, convirtiéndose en una unidad armónica para la ciudad. Al responder al movimiento de los edificios
cercanos, la trama de la ciudad y la historia que formo el sitio del terreno,
se provoca una fuerza de conexión,
entre el giro de catalinas que conecta la Av. Alem y Libertador, la influencia
del edificio de Pelli y la gran fuerza de la ciudad hacia el río, con la
necesidad de crear un fuelle de comunicación entre dos bordes desconectados.
Que más que una respuesta a la ciudad para potenciar lo bueno y cederle
el espacio de respiro que tanto necesita. La casa de las Provincias cobija al transeúnte
y lo invita a perderse en una arquitectura de movimientos curvilíneos, un fluir de costumbres argentinas.
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