Friday, December 11, 2009

Sanchez Casella-Cabezon / Glen



Creo que este trabajo como finalización del ejercicio termina siendo en cierto sentido injusto con el desarrollo que le dio lugar, esencia…necesidad de ser.

Me refiero específicamente a la aproximación planteada en el orígen, desde el proyecto urbano; un proyecto urbano que nunca pretendió ser solamente una excusa donde implantar el edificio, pero a mi entender es lo cual acabó por suceder (lenta y distraída, pero consistentemente).



De alguna forma recogiendo el guante en lo que me cabe, intento reflexionar sobre el cómo de una propuesta pedagógica que, tal vez bajo la lógica dinámica del curso, olvidó -algo abruptamente- el entorno amplio del conflicto propuesto a resolver: la cuenca Matanza-Riachuelo junto a muchas de sus problemáticas (ambientales, sociales, de infraestructura, de conectividad, jurisdiccional, y un largo etcétera).



Con este olvido nos abocamos al contexto próximo, y a la arquitectura; lo cual por supuesto no es poco, pero retomando lo anterior estoy convencido que se perdieron valores importantes desde los cuales el ejercicio en su totalidad se proponía novedoso y renovador.

Claro está que en todo proyecto urbano existe una separación entre el Planteo General (muchas veces denominado Master Plan) y las soluciones arquitectónicas específicas que componen las piezas edilicias o espacios abiertos; mi enfoque está en cómo evitar que la pieza que hemos desarrollado se sublime en el olvido.
Olvido del entorno preexistente que la genera;
Olvido en el planteo que le da lugar;
Olvido en las problemáticas que le dan motivo;
Olvido.





Por supuesto no tengo la más mínima intención de cargar tintas en este buen trabajo, el cual encuentra una incisiva visión desde las ideas generatrices de la propuesta: una opción por la aproximación analítica al conflicto entre Conectividad-Densidad-Comunidad, el cual se resuelve en una concepción de continuidad y adaptación constante.

Esta continuidad de adaptación se transforma en leit motiv del trabajo, desde los primeros croquis hasta la materialización del detalle.
Es sólo que en su finalización lo encuentro algo solitario, del gran coro en esa constante dinámica de la que formaba parte, de aquellos tantos vectores de fluidez detectados en el análisis que desarrollaban una potente vinculación mediante un nuevo tejido conectivo.
Y es en esa soledad en la cual creo esta pieza se resalta en una falsa autoreferencialidad. Y es falsa autoreferencialidad porque creo que esa orfandad es en parte un proceso artificial producto del olvido tratado en párrafos anteriores.
(Soy consciente en que muy probablemente esté haciendo una crítica en extremo personal y con la cual me propongo especular, pero que también hago extensiva a muchos de los trabajos del taller).




Ya sobre el edificio, este se presenta en virtud preciso, más aun teniendo en cuenta el planteo de transición y ajuste continuo. Esta situación hace de la siempre presente precisión un bien de gran valor.
En ella pueden observarse registros de familias geométricas, las cuales comparten rasgos programáticos logrando espacios de claro orden dentro de morfologías complejas; que invitan a recorrer pero comprenden las proporciones de sectores más estancos, tanto como retoma fluidez, plantea restricciones o derivaciones con atenta sutileza y delicado sentido del ritmo.


Esta arquitectura desentraña el programa en escalas, direcciones y proporciones bajo aquella intencionada continuidad, que va generando a lo largo de una disposición casi transversal al río instancias donde el programa se asienta solapando usos que se reflejan en una composición geométrica de derivaciones y remates articulados estructuralmente, desde una latencia en La Boca hasta la interioridad de la gran nave suspendida, atravesando el puente, recorriendo el paisaje que ya no es interior o exterior sino que se permite difuminarse mediante la propuesta de pieles, cerramientos y transparencias.

La tectonicidad adquiere un valor ya no solo portante de cargas sino también del programa, una cualidad muy trabajada y generada desde una morfología ambiciosa que logra cristalizarse tridimensionalmente en estructura y uso.



El programa se resuelve efectivamente logrando cualificar los espacios exteriores perimetrales y generando los espacios de uso requeridos con gracia y efectividad; tanto en el sector de infraestructuras, áreas administrativas y espacios público-culturales lo cual se logra asignando características propias y representativas de cada una en sus jerarquías, adquiriendo materialidades, ritmos y subgrupos geométricos dentro de la gran transición que atraviesa conceptualmente la propuesta.
Las piezas se entrelazan con gran habilidad y (como ya dije) precisión en esta máquina adaptativa, que como síntesis de abstracción podemos denominar al edificio ideado por María Amelia Sánchez Casella y Salvador Cabezón.


No está de más agregar que este resultado es fruto de una ardua laboriosidad, consistente durante todo el cuatrimestre, la cual, con muchos pasos adelante y algunos pocos intercalados hacia atrás, terminó resolviendo un buen trabajo digno de la completa entrega con cual se vio representada.
Vale recalcar en que para que esto suceda existió previamente un compromiso con el trabajo, trabajo liso y llano cuyo objetivo era alcanzar una visión y materializarla.

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