Identificamos a la selva como un tejido continuo, estructurador, una gran trama, que apresa, contrae, se enreda, suelta, libera, filtra, cubre, asfixia.
El foco comienza en una hoja, lo sigue una rama, se pega a un tronco, y así toda, toda continua.
Sobre este continuo, se entrelaza nuestra insinuación arquitectonica, apretando la estructura anterior, tejiéndose con ella, funcionando también de alguna manera como trama, rescatando de este concepto la idea de ser atravesada, de funcionar como diferentes tejidos en distintas direcciones, con ritmos claros y direcciones predominantes pero sin perder la transparecia / superposición / entrecruzamiento de componentes.
Se despega, vuela, gira, baja, se entierra y vuelve a salir a la distancia para volver a entrelazarse. Esta distancia permite percibir el juego de superposición de tejido, de aquí la apuesta por la volúmenes sueltos.
La permeabilidad visual y el intento de desmaterializacion del borde promueven una continua relación con el exterior, la selva y el edificio se rodean simultáneamente, un poco por debajo, a los costados, están ahí, juntos.
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