Saturday, August 22, 2009

Ann Laure Bollens y Adrian Macker



La visión abstracta inicial les permitió retirar lo accidental y acceder a la esencia del paisaje.
Esta abstracción esencial de la montaña y su traducción en términos de potencial materialidad tectónica fue el hilo conductor del trabajo. La percepción sensible de la montaña: angulosa, progresiva, con varios niveles y ramificaciones. Y su fusión con las nubes de manera progresiva.
Luego fueron surgiendo las líneas directrices, los planos que componen.
Trabajaron sobre la idea de que la montaña tiene una relación muy fuerte con el suelo y el cielo. Y que es un elemento de transición.





Para abarcar el conjunto trabajan sobre la síntesis las primeras ideas. Materia / montaña, piezas / cuñas, que surgen del mismo territorio. Piezas que son como desprendimientos de la misma montaña. Con esta lógica se plantea el acceso general al complejo y las ramificaciones geológicas progresivas en las que deriva.
Aquí es el suelo mismo el que dialoga con el cielo, a través del movimiento ascendente y serpenteante.


La noción de transición se manifiesta entre el suelo y el cielo o entre el suelo y la bodega.
La bodega tiene una fuerte relación con los dos.
Igual que la montaña, la bodega es un elemento del paisaje.
Y el proyecto un elemento de transición entre estos dos mundos tan bien caracterizados, corporizándose, ramificándose, espesándose, cobrando peso.



La bodega que se hace suelo.
La posibilidad de transitarla.
Transitar sus ramificaciones.



Bajar a las entrañas del suelo… trepar para llegar al cielo.









Estos conceptos se traducen en distintos grados de permeabilidad u opacidad,
y en graduaciones que llevan de la luz a la sombra.




La organización formal-funcional de la bodega sigue conceptos muy claros:
agrupación y densidad de elementos que forman una especie de costilla longitudinal,
que le da unidad y densidad, en la que se organizan los recorridos y que funciona unas veces como vinculación (circulacones, apertura visual) otras como límite.











Y un estudio muy preciso y sensible sobre las posibilidades expresivas de la estructura.



Con recorridos organizados sobre la idea de punto de partida o
de punto de llegada de y ramificación.



El lenguaje arquitectónico expresa la idea con toda su potencia.
La posibilidad de diálogo con el cielo, a través de las transparencias,
de la luz de los reflejos.


La estratificación del suelo que cobra espesor y peso para dar cobijo a la cava.
La transición material desde el suelo, pesado, grueso, cerrado y sombrío, transitando instancias
en las que el pliegue le otorga rigidez y le permite afinarse, alivianarse y volar.

Logran una expresión de materialidad que es muy fuerte a lo largo de todo el ejercicio
y con alto grado de concreción.

Una entrega de contenido preciso y que muestra una profunda exploración. Un buen ajercicio y además muy bien mostrado.
Karina


Mancomunión entre paisaje y arquitectura, que con sutiles y sugerentes líneas y volúmenes generan un proyecto equilibrado en todos sus aspectos con una gran madurez arquitectónica.
Quizás, un punto para mejorar, podría ser su inserción como conjunto, muy próximo al acceso, que no le da “aire” a la llegada, y el propio acceso a la Bodega, que no alcanza la calidad de la espacialidad y la factura que se despliega a continuación.
Jorge

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